Pensamientos en voz alta…

¿Hasta cuando voy a creerme todo lo que invento para no llorar?

Aunque vale la pena una lágrima, porque es el filtro de mis sentimientos, a través de ella me reconozco frágil y me refugio en la  melancolía que es el placer de estar triste.

Añoro las cosas pequeñas, los detalles nimios, la misma cerilla para dos cigarrillos, la falta de sal en las comidas y oír las quejas… Un ramo de flores y… palabras, besos…

Recuerdo la importancia de las insignificancias, la grandeza de las minucias.

Conservo olvidadas: una flor prensada dentro de un libro, la factura, amarillenta de aquel restaurante.

Son muchas las horas, han sido muchos los minutos...

La tristeza que habita y no interrumpe, no duelen los recuerdos, duele la ausencia.

Es tan agradable saber soñar, pero sin vivir soñando, mirar el vacío y ocuparlo con recuerdos, poder descansar sin estar cansada, oír sin escuchar.

Y es que a veces ando tan perdida que mi sombra no me encuentra, a mí que preconizo que de casa se sale comido y llorado, a mí que cuento mis alegrías y  callo mis penas, que a veces abro la ventana y se vuelan los silencios, son los pensamientos los que traicionan, los mismos pensamientos que acompañan, aquellos que buscan gritar, los que nacen y mueren cada día.

Mañana, hoy, ahora, abro la ventana y entra el sol.

Cuando cambia el horizonte a mi me cambia la mirada.

Si me oyes, GRACIAS