San Juan…

 

Un Juan importante, Juan XXIII, el papa bueno y accesible, dos electricistas arreglaban unos cables, justamente debajo de la ventana del papa. Los dos hombres temían molestarle con sus martillazos. Se acercaba la hora de la comida.
En esto, apareció en la ventana la figura del papa y temieron lo peor, que les riñese por el ruido. Pero, ante su sorpresa, sucedió todo lo contrario.
—¿Habéis comido ya?
—No, santidad.
—Pues entonces, esperad un momento.
Avisó inmediatamente para que pusiesen dos cubiertos más, porque tenía invitados. Y para evitar dificultades con los guardias les invitó a que entrasen por la ventana abierta.
Llegada la hora comieron los tres.

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Entre las numerosas audiencias concedidas a personajes importantes y no tanto, recibió un día a un senador norteamericano.

El senador se presentó, dando a conocer su religión, diciéndole:

    –    Santidad, yo soy bautista.

A lo que el papa contestó con su sonrisa de siempre.

    –    Y yo soy Juan. De modo que ya estamos completos.

Juan Bautista, el precursor del Señor.

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En otra ocasión, el Papa recibió al Gran Rabino de Roma, dentro del marco de sus encuentros interreligiosos…

Tras la amistosa reunión, lo acompañó personalmente hasta la salida de la sala de audiencias. Se planteó un pequeño problema protocolar: el Gran Rabino insistía en que el Pontífice saliera primero. El Papa, por el contrario, indicaba cortésmente que cedía la prioridad. Como, a su vez, el Gran Rabino insistía en ceder el primer paso, san Juan XXIII sentenció solemnemente y con humor:

    – ¡Que pase primero el Antiguo Testamento!

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Haciendo gala de su buen humor, cierta vez que tuvo que posar para una fotografía oficial, el papa se encontraba incómodo. Un momento dado le dijo a uno de sus acompañantes “Dios sabía hace 77 años que algún día yo sería papa. ¡Ya podría haberme hecho algo más fotogénico!"

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Y en otra ocasión en que le preguntaron cuánta gente trabajaba en el Vaticano, su respuesta socarrona fue: «Más o menos la mitad».

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Otra de sus características era la bondad, la llevó siempre consigo, hasta su mismo lecho de muerte. Sus últimas palabras fueron: "Tuve la gran gracia de nacer en una familia cristiana, modesta y pobre, pero con el temor de Jehová. Mi tiempo en la tierra está llegando a su fin. Pero Cristo vive y continúa su trabajo en la Iglesia. Almas, almas, ut omnes unum sint ".

Felicidades a todos los que celebran su onomástica.

Me he pasado y me he quedado corta